La crisis de ansiedad o ataque de pánico es un acceso repentino de pánico inexplicable que no es motivado por un estímulo concreto, sino que aparece espontáneamente; normalmente fruto de otros problemas más generales que se van acumulando hasta provocar un estallido de tensión.
Las víctimas de estos ataques sienten un terror inesperado ante una exagerada sensación de peligro y de proximidad de la muerte. Si bien es difícil hacerlo, una persona afectada por estas crisis debe tratar, ante todo, de desdramatizar la situación. Frecuentemente el mismo pánico provocado por el ataque lo realimenta, multiplicando su intensidad. Hay que tener en cuenta que, aunque molestos, estos ataques no son en absoluto peligrosos para la salud. Si se relativiza su importancia, se conseguirá reducir sensiblemente la angustia acumulada, y con ella, la espiral que se produce entre los síntomas y sus consecuencias.
Sobre todo, es fundamental que las personas en el entorno del enfermo no se dejen llevar por el pánico, y permanezcan serenamente junto a él. Es muy importante que quien sufre una de estas crisis vea que la gente alrededor permanece tranquila y con la cabeza fría. Si todo el mundo se deja llevar por el pánico, el que ya siente el afectado se verá multiplicado.
Dos formas importantes de prevenir estas crisis son las terapias de relajación, si bien es difícil adaptarse a ellas al principio; y el uso de fitoterapia (plantas medicinales), especialmente a través de plantas con potente efecto de relajación muscular, como el kava-kava o la amapola de California.