Tu dragón particular
Verdaderos ejércitos de seres humanos libran noche tras noche una batalla heroica contra su particular dragón de siete cabezas: el sueño. El insomnio provoca en sus víctimas una curiosa conducta que delata la envergadura de este problema formidable.
Aunque escéptico, el insomne se mete en la cama con sus mejores intenciones. La ansiedad le invade al cabo de un rato y ensaya unas cuantas posturas a un ritmo cada vez más frenético. Ante la impotencia decide encender la luz, fumar o leer algo.
Recobrada la calma vuelve a intentarlo, pero ahora con la intención de engañar al sueño. La táctica consiste en hacerle creer y autoconvencerse de que tanto le da dormir como permanecer despierto. Morfeo no entra al trapo y, sólo cuando el desvelado pierde la esperanza y se resigna de corazón a no dormirse, le envuelve en sus brumas.
El ciclo del sueño
El sueño dejó de ser un misterio en los años cincuenta con la identificación de la llamada fase REM (Rapid Eye Movement) o sueño parádojico, caracterizada por movimientos oculares rápidos. Por oposición a ésta y con características propias se define la fase No REM; ambas configuran un ciclo de sueño.
La noche de un adulto joven se compone de cuatro a seis ciclos de unos 90 minutos de duración. El acto de dormir se inicia con la fase No REM que, a través del sueño ligero o adormecimiento y el reparador sueño lento profundo, acapara un 75% del tiempo onírico. Después de aproximadamente ochenta minutos se entra en la fase REM, refugio favorito pero no exclusivo de los sueños.
Problemas noche y día
El insomnio trastoca este sutil engranaje y su poder regenerador sobre el sistema nervioso central. El problema se manifiesta en la incapacidad de traspasar la frágil frontera entre la vigilia y el sueño. Despertares continuos en plena noche o amaneceres prematuros que impiden al durmiente volver a pegar ojo. Por el día, la somnolencia acecha en cualquier esquina.
Al menos un 10% de los adultos españoles padece este trastorno, más común entre las mujeres. Cambios de casa, un viaje al extranjero o los conflictos emocionales pueden dar lugar a un insomnio transitorio que si dura más de tres semanas se considerará persistente o crónico.
Origen y remedios
Sobre sus escurridizas causas planean las preocupaciones personales y las “plagas” de la época (estrés, hiperactividad, depresión, etc). El descrédito cunde entre los fármacos asociados a su tratamiento (hipnóticos y barbitúricos) porque a la larga rompen la arquitectura del sueño y muestran sus crudos efectos secundarios (dependencia, inquietud, dolor muscular…).
Es preferible optar por remedios naturales basados en técnicas de relajación, baños e infusiones de hierbas y plantas, ayuda psicoterapeútica… Entre los hábitos a combatir: las siestas, las cenas copiosas y el consumo de té, café y alcohol antes de dormir.
Practicar algún deporte, despertar cada mañana a la misma hora, mojarse los pies con un chorro de agua fría al acostarse o entregarse a una lectura ligera bajo las sábanas invitan a pasar al otro lado del espejo.