Nada se compara con un buen beso de amor.
El beso es el punto de partida de cualquier relación amorosa: el corazón parece disparar, el cuerpo aumenta su temperatura, la presión arterial sube…
Un beso despierta a los sentidos, y está comprobado científicamente que el tacto, el gusto, la mirada, el olfato y la audición se intensifican de una forma excepcional después de un gran beso. Es por eso que el deseo sexual crece y el placer aumenta: esta electricidad ocurre porque los autores del tan apreciado beso se tocan o se rozan en un punto tremendamente sensible.
Fisiológicamente, los labios pueden compararse con la yema de los dedos, pues perciben el contacto con la misma intensidad, pero los labios tienen una ventaja: tienen un lado erótico que los dedos no tienen.
Algunos sexólogos afirman que el beso es el principal elemento de una relación afectiva, y su falta podría significar que el afecto o la pasión están en baja. Si dos personas están juntas, pero no están felices la una con la otra, por más que puedan convivir sin problemas y sin roces, es muy difícil que se besen; para que el beso surja es necesario que haya carińo y complicidad. Muchas veces, una pareja tiene sexo, pero no se besa en los labios, se necesita más que deseo para poder besar…
Esta cuestión del afecto y de los besos en la boca fue punto de estudio de una investigadora inglesa, Martha Stein. Martha estudió y analizó el comportamiento de un grupo de prostitutas, les hizo reportajes, observó su forma de actuar en momentos de privacidad por placer y por trabajo y, obviamente, sacó sus conclusiones: en la mayor parte de los casos, las prostitutas no besan en los labios a sus clientes porque tienen miedo a enamorarse de ellos. Hace algunos ańos atrás pudimos ver una película llamada Pretty Woman (Mujer Bonita), que nos mostró este tipo de comportamiento de una forma bastante clara.
Cuanto más se besa, más se quiere besar, porque besarse es maravilloso, es tierno, nos hace sentir bien.
Esa fue una de las conclusiones a las que llegó el psicólogo brasileńo Antonio Vieira, después de haber estudiado mucho sobre el beso. Muchas parejas que han caído en la rutina están perdiendo el deseo, la pasión. La falta de tiempo, las preocupaciones, los hijos, etc., están haciendo con que la gente se encuentre menos, se preste menos atención, se bese menos… La solución, según el psicólogo, es que todos intentemos despertar nuestro deseo, que le hagamos un espacio al beso y lo encajemos en algún momentito de nuestra rutina diaria. Si besar es delicioso, ¿por qué dejarlo para más tarde?
Dejando un poco el lado sentimental, el beso en los labios tiene otra ventaja: además de placer trae una serie de beneficios físicos y emocionales.
Un toque ardiente entre labios hace que se muevan 29 músculos de nuestro cuerpo y eleva las pulsaciones cardíacas de 70 a 150 por minuto. Ese bombeo sanguíneo aumenta la oxigenación de las células, estimula las funciones circulatorias y hace desaparecer el insomnio y los dolores de cabeza.
¡Y hay más! Por cada beso se queman en promedio 12 calorías y la producción de algunas hormonas aumenta. El nivel de serotonina, una sustancia química que provoca sensación de euforia y relajación, aumenta bastante, y es por eso que besar en los labios ayuda a calmarse, a distenderse y a liberar sentimientos reprimidos; también reduce el complejo al rechazo y alivia el stress. Todo eso en cuestión de instantes.
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