El constante cuidado de la estética capilar no es una «moda» de los últimos tiempos, sino que se encuentra arraigado a la cultura occidental desde la época precristiana. Qué mejor ejemplo que esos cortes tan igualados, de pelo lácio y con flequillo, que tanto gustaban a las élites egipcias, grandes aficionados a la estética y descubridores de las propiedades de la henna, el primitivo tinte que proporcionó tonalidades rojizas y caobas.
El mundo griego prestó también mucha atención al cuidado del cabello, exhibiendo las jóvenes peinados complejos y con multitud de adornos; buena prueba de ello son los tocados de las múltiples esculturas femeninas que se conservan de las distintas épocas y etapas artísticas de la Grecia antigua.
Ya en la etapa más floreciente de esta civilización en los s. IV y V a.c. los peinados y diversos estilos eran trabajados en peluquerías. Al estilo de aquel tiempo, pero peluquerías al fin y al cabo; podemos considerar a Grecia como la máxima responsable del nacimiento de las escuelas peluqueras.
El sueño de las patricias romanas era conseguir una melena rubia y sedosa al estilo de las mujeres galas, lo que llevó a investigar sobre posibles fórmulas para aclarar el color de cabello. Además, gracias a ese interés, se profundizó en otros campos, como las permanentes y los postizos (ya empleados en la Roma Imperial). Amantes del cuidado personal y muy refinados, no olvidemos que en Pompeya han sido encontrados incluso frascos de sofisticados perfumes por lo que las mujeres suspiraban.
La expansión del cristianismo, con su moral recatada y costumbrista, paralizó este talento creador en el campo de la belleza, pero el Renacimiento lo impulsó de nuevo, creando, por vez primera, auténticas «tendencias de moda» en lo que a estética capilar se refiere. Desde Venecia se extendió por toda Europa el gusto por el cabello rojizo, que se conseguía mezclando sulfuro negro, miel y alumbre. Pero no era ésta la única opción en cuanto a coloración del cabello; cada mujer podía elegir según sus preferencias entre una gama limitada (aunque bastante amplia para la época) de tonalidades capilares.
Así llegamos a los siglos contemporáneos, a la Edad Moderna, en la que el cuidado del cabello y sus múltiples posibilidades estéticas siguen estando a la orden del día. Las complicadas pelucas barrocas e ilustradas, con sus constantes cuidados y «atrezzos», son sólo una muestra de la preocupación por el cabello de estos siglos.
La cultura de las pelucas y postizos toma forma precisamente en este momento histórico en el que, tanto hombres como mujeres, eran auténticos esclavos de la moda capilar, ornamental, del maquillaje y de la vestimenta.
La instauración definitiva de la moda y sus tendencias en el siglo XX afecta sobremanera a la apariencia del cabello. Cada década estará marcada por una corriente estética diferente para el cabello- al igual que la ropa, el maquillaje, y otros campos fuera de la estética, como la música o el arte. Desde los cabellos más cortos al estilo «garçon» a los desfilados desafiantes de finales de siglo, pasando por las melenas lisas de los 70 o el estilo «Beatles» de los inolvidables 60.
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