– Permanecer mudo o rehusar hablar del evento traumático, lo que no quiere decir que no exista el recuerdo.
– Sueños desagradables sobre el acontecimiento traumático, que se transforman en pesadillas generalizadas de monstruos.
– Dificultad para conciliar el sueño.
– Mojar la cama.
– Juegos repetitivos acerca de: salvación de amigos, amenazas para sí mismos o para los otros.
– Hacer cosas, tener actitudes o jugar juegos como cuando eran más pequeños.
– Sentir que algo está mal con él o ella.
– Pensar que ellos son de mala suerte para otros.
– Estado de ánimo apagado.
– Miedo a quedarse solos.
– Disminución marcada del interés en actividades significativas: aseo, lenguaje, alimentación, juegos habituales, rendimiento escolar.
– Sensación de que el futuro se acorta: no se espera terminar una carrera, casarse, tener hijos o una larga vida.
– Formación de presagios: si ven llover el presagio es un huracán.
– Síntomas físicos como: molestias abdominales, dolor en el pecho, o dolor de cabeza.
– Dificultad para fijar la atención.
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