Se caracterizan por incluir en su composición menos de 50 % de agua, por su
bajo contenido de hidratos de carbono y por su riqueza en proteínas y grasas.
Los frutos secos pueden constituir una buena alternativa a las proteínas
animales.
Las semillas oleaginosas de consumo más usual son: almendras, castañas, nueces,
piñones, avellanas, anacardos y pistachos, además de pepitas de girasol, de
calabaza y de sésamo.
Con la salvedad de las castañas los frutos secos proporcionan muy pocos
hidratos de carbono (entre el 10 y el 20 %) aunque, por otro lado, presentan
una buena proporción de minerales de fácil absorción, como potasio, calcio,
fósforo, hierro y magnesio. En cuanto a las vitaminas que pueden aportar, son
escasas por lo general, con excepción de la vitamina A, en tanto que poseen
cantidades variables de tiamina, rivoflavina y niacina.
Su contenido en hidratos de carbono es muy bajo y se absorben muy lentamente
debido a la cantidad de grasa que tienen y eso hace que su índice glicémico sea
bajo.
El interés de los frutos secos radica en su riqueza mineral (sobre todo calcio
y magnesio) y el tipo de grasa poliinsaturada.