Está demostrado que la inactividad física es una de las causas de mayor mortalidad global y mayor deterioro físico.
La tercera edad está formada por personas mayores de 65 años, un grupo muy numeroso si se tiene en cuenta que en el 2030 corresponderá al 20% de la población mundial. Estos pacientes, mayores de 65 años, presentan diferentes cambios biológicos, psicológicos y sociales, que afectan fundamentalmente a su entendimiento, su capacidad funcional y su resistencia al estrés y a las enfermedades.
El envejecimiento fisiológico concretamente origina una serie de cambios en su organismo, como la pérdida de masa muscular y ósea o las alteraciones en el aparato locomotor. Todo ello hace que el anciano disminuya la actividad física, hecho que afectará también a su capacidad o incapacidad, su grado de autonomía y las posibilidades de valerse por sí mismo.
Por todo esto, los especialistas aconsejan realizar ejercicio aeróbico, no competitivo y practicado con regularidad, como el antídoto perfecto para todos estos males. Puede resultar muy saludable al reducir el impacto del envejecimiento, evitando la inactividad y la incapacidad.
Diversos estudios han demostrado que las personas que retoman el ejercicio físico a partir de los 65 años, siguiendo un programa progresivo supervisado por médicos, son capaces de realizar actividades físicas que habían dejado de hacer diez años antes, y experimentan un rejuvenecimiento físico y mental muy significativo.
Beneficios que comporta:
Mejora la sensación de bienestar: la salud física y psicológica global.
Ayuda a mantener un estilo de vida independiente.
Reduce el riesgo de desarrollar ciertas enfermedades, como alteraciones cardiacas.
Ayuda a controlar enfermedades como la obesidad, la diabetes, el colesterol.
Refuerza el sistema inmunológico, con lo que protege al anciano frente a infecciones, en general, y frente a todo tipo de patologías, incluida la oncológica.
Ayuda a prevenir el deterioro cognitivo.