A lo largo de la vida de la pareja se pasan por diferentes fases, con unas características muy bien definidas. Por supuesto, en los primeros momentos de enamoramiento, será complicado que nos fijemos en otra persona, ya que la fantasía y el idealismo nos mantendrán ciegos ante los defectos de nuestra pareja.
En una segunda fase de la relación, las cosas vuelven a la realidad, nos vamos dando cuenta de que la relación va hacia delante y de que esta persona puede ser un candidato para compartir nuestra vida.
Aparecerán objetivos, metas, ilusiones compartidas, etc. Si la relación funciona, esta fase nos ayudará a conocernos mejor y a estar muy unidos, pero si algo falla empezarán los problemas encubiertos.
Aquí pueden aparecer dudas que nos hagan desmitificar poco a poco nuestra relación. Las dudas provocan inseguridad, negatividad y, por supuesto, cabe la posibilidad de que aparezca alguien nuevo y de que nos fijemos en él.
La atracción de la novedad
Este hecho no tiene porque implicar la ruptura de la relación, sino que es una fase complicada en la que ambos tienen que amoldarse a las necesidades, gustos, inquietudes y deseos del otro, por eso es fácil que aparezcan discrepancias.
La clave estará en trabajar para que la cosa funcione y poner todo de nuestra parte. Poco a poco, las cosas volverán a su cauce. Si somos positivos podremos disfrutar de los buenos momentos y dedicar la atención que se merecen a los malos.
También existe la posibilidad de que la pareja se encuentre en una fase posterior: llevan más tiempo juntos y su relación ha superado los primeros momentos de incertidumbre. Ahora, todo está bajo control, el día a día es monotonía y el aburrimiento puede aparecer.
Los compañeros de trabajo y sus vidas pueden resultarnos atrayentes y estimulantes y podemos confundir esto con una atracción real. Hay que tener en cuenta que nuestra vida está completamente estructurada y que existen pocas sorpresas que nos puedan estimular. Por esto mismo, nos van a resultar atractivas otras propuestas que para nosotros son novedosas.
Confundir amistad con amor
La falta de estimulación nos va a llevar a buscarla fuera y podemos encontrarla en alguien externo a nuestra pareja. El peligro aparece cuando ese alguien es del sexo opuesto y podemos confundir la amistad con el amor.
Cuando nos fijamos en alguien nuevo, pasamos otra vez por las primeras fases de la pareja y volvemos a fantasear sobre sus cualidades: será un ideal a conseguir y no veremos sus defectos.
Así pues, esta persona tiene todas las de ganar, ya que sólo nos puede mostrar su parte buena en los momentos en que coincidimos. Desconocemos la convivencia diaria y tal vez, cuando lleguemos a esa fase, no nos guste tanto como ahora creemos.
Por todo esto, debemos ser pacientes a la hora de romper una relación por el hecho de habernos fijado en otra persona. Tendremos que valorar muchos aspectos para poder decidirnos y no debemos dejarnos llevar por la pasión o la fantasía inicial. Todos sabemos que eso pasa y que luego tendremos que enfrentarnos a nuestra realidad.
Los defectos del cónyuge cobran más fuerza que nunca en momentos de crisis, pero hay que valorar lo positivo.
El peso de todo lo negativo
Una de las características principales que aparecen en las crisis de pareja es la tendencia a focalizar toda nuestra atención en los aspectos negativos del cónyuge. En una etapa de crisis, van a aparecer todos los defectos posibles y cobrarán más importancia que nunca.
Será importante tener en cuenta los factores que, en ese momento, nos parecen más inaceptables y valorar por qué es así.
Habitualmente, son aspectos que ya existían en la pareja en fases anteriores y que siempre habíamos aceptado o, al menos, sobrellevado. Ahora, nos resultan absurdos e inaguantables y tomarán mucha fuerza a la hora de tomar una decisión. Esta forma de ver nuestra realidad nos provocará mucho malestar y debemos tener en cuenta que se puede modificar si estamos atentos a otras cosas.
Haz un esfuerzo por localizar los puntos positivos de tu pareja y si ahora te resulta difícil, intenta buscar en el pasado cosas que te gustaban o que no te desagradaban. Mantener una actitud negativa, agravará el problema; intenta ser positiva y encauzar tu atención hacia las cosas buenas que realizáis en pareja.
Comunícate con tu pareja
Si las dudas se hacen más persistentes, no dudes en expresar a tu pareja tu problema. Tal vez estés pasando por un mal momento, estés cansada, estresada, etc. Compartir con tu pareja tus emociones ayudará a resolver el problema.
Tu pareja podrá darte su punto de vista, y no olvidemos que si esta persona no tiene ninguna duda de la relación, será capaz de ver las cosas más objetivamente y de retomar la situación por el camino más apropiado.
No intentes solucionar el problema por ti misma, ya que muchas de tus sensaciones pueden estar distorsionadas y podrás cometer errores en la toma de decisiones o en las actuaciones.
No busques la perfección
La insatisfacción personal, unida a las dudas en la pareja, pueden ser un arma de doble filo. Busca en tu interior e intenta reforzar tus puntos fuertes, dedícate tiempo para relajarte, pensar, intentar ser objetiva, etc.
Habla con amigos íntimos que te puedan orientar porque te conocen bien y busca una solución satisfactoria para resolver tus dudas. Enfréntate a ellas y discute con ellas, a ver quién sale ganando.
Tal vez, una de tus características de personalidad sea el perfeccionismo y pretendas buscar la perfección en tu relación de pareja. Como ya sabrás, la búsqueda de la perfección es una lucha perdida de antemano, ya que lo que para ti es perfecto, para otra persona puede no serlo. Por tanto, la perfección es muy subjetiva.
Si tienes tendencia a fantasear, no te dejes llevar por los ideales de pareja de serie televisiva, casi nunca coinciden con la realidad. Si intentas alcanzar este objetivo, no lo harás nunca y te sentirás frustrada cuando compruebes que tu relación no es tan perfecta.
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