De entre todos los aditivos que se suelen añadir a los alimentos, quizás sean
los edulcorantes los más extendidos y conocidos. Son básicamente substancias que
intentan imitar la capacidad de endulzar del azúcar sin aportar las calorías de éste.
El uso masivo de edulcorantes aparece con la moda de las bebidas y los alimentos light o
bajos en calorías en respuesta a un nuevo modelo estético de cuerpos sin grasa y
musculosos.
Prácticamente desde que se empezaron a utilizar estas substancias ha habido polémica
respecto a cómo puede afectar a la salud humana, qué edulcorante es el más adecuado o
cual es la cantidad máxima que podemos tomar. Empezaremos por saber qué son los
edulcorantes. Son substancias de carácter natural o sintético que dan sabor dulce a los
alimentos.
Existen varios tipos de edulcorantes según su mayor o menor capacidad de endulzar. En
todos los casos estos productos se comparan con la sacarosa, que se utiliza como
estándar, con poder endulzante 1. Así, el poder endulzante de un edulcorante será 0.5,
1 o 10 veces menor o mayor que el de la sacarosa, que es el azúcar vulgar y corriente de
uso doméstico, que se obtiene de la caña de azúcar o de la remolacha y formado por
Glucosa + Fructosa (azúcar disacárido). A continuación vemos una comparación entre
algunos de los edulcorantes más conocidos, respecto al poder de endulzar y a la cantidad
máxima diaria de consumo recomendada.
Los tres primeros son carbohidratos azúcares y podemos clasificarlos como naturales.
El Sorbitol es un azúcar de tipo “azúcar alcohol” derivado de la glucosa, que
es un azúcar monosacárido. Lo podemos encontrar en las etiquetas como Sorbitol o como
E-420 principalmente en cereales para desayuno. El Manitol es del mismo tipo de el
Sorbitol, pero derivado de la Fructosa, también azúcar monosacárido. Lo podemos
encontrar en las etiquetas como Manitol o como E-421 en complementos alimenticios y
preparados y alimentos de destete para lactantes y niños de corta edad. La Fructosa es un
azúcar monosacárido que junto a la glucosa forma la sacarosa, el azúcar. Los tres se
emplean en dietas de adelgazamiento, en alimentos para diabéticos, como laxantes
(retienen agua en el intestino) o para mezclarlos con otros edulcorantes.
El Ciclamato, el Aspartamo y la Sacarina son tres de los edulcorantes de origen
sintético o artificial más utilizados en el mercado. Son de los que más poder
endulzante tienen y por lo tanto muy utilizados en la industria alimentaria en general y
en particular en productos light, adelgazantes o bajos en calorías. El Ciclamato es un
edulcorante que desde el principio, sobre todo en Estados Unidos, resultó polémico por
sus posibles perjuicios para la salud. Endulza menos que el Aspartamo o la Sacarina, pero
no deja el gusto raro de esta última. Se suele emplear en combinación con la Sacarina
para reducir la cantidad total de esta. Lo podemos encontrar en las etiquetas como
Ciclamato o como E-952, tanto en alimentos y conservas como en especialidades
farmacéuticas. El Aspartamo es el de más reciente aparición y por eso el que más
estudios y controles ha pasado. Por ello se le puede catalogar, quizás, como el más
seguro y el de menos efectos secundarios. Es una substancia con gran poder endulzante,
casi tanto como la Sacarina, con la gran ventaja de tener un sabor muy similar al del
azúcar y de poder ingerir 16 veces más cantidad que esta. Unicamente los enfermos de
fenilcetonuria lo tienen restringido y así debe figurar en el etiquetado “constituye
una fuente de fenilalanina”. Lo podemos encontrar en las etiquetas como Aspartamo o
como E-951, entre otros productos en salsas.
Por último la Sacarina, el más antiguo el más conocido y el más polémico. Es el
edulcorante de mayor poder endulzante, pero deja un sabor raro que al principio es
desagradable. Se puso de moda en los 50 en Estados Unidos en los refrescos y es el que
menos cantidad diaria de ingesta se aconseja. Lo podemos encontrar en las etiquetas como
Sacarina o como E-954, tanto en productos de pastelería, repostería, bollería y
galletería como en especialidades farmacéuticas.
La conveniencia de usar edulcorantes en vez de azúcar es, cuanto menos, discutible,
una cucharadita de azúcar son aproximadamente 16 calorías “que no es nada” y
quizás no deberíamos recurrir a estas substancias que pueden perjudicar nuestra salud
únicamente por un condicionante estético. Sólo en determinados casos: diabéticos,
intolerancia al azúcar… podría estar aconsejado el uso de edulcorantes y siempre
naturales.