La piel sensible es esencialmente reactiva. Cualquier agresión que sufra, por mínima que sea, la irrita y la congestiona. También presenta tendencia a la descamación y la deshidratación, y es propensa a las arrugas prematuras. Necesita, sobre todo en invierno, la máxima protección.
Sensible y delicada. Cualquiera de las dos denominaciones se ajusta a la piel que reacciona irritándose o congestionándose ante la más pequeña agresión.
Los cutis sensibles se caracterizan por tener un estrato córneo extremadamente delgado, lo que los deja indefensos frente a los ataques del medioambiente o los descuidos de su dueña. Por lo general, presentan también una tendencia a la descamación y a la deshidratación, y propenden a crear prematuramente las odiosas arrugas. Por todo esto, necesitan la máxima protección. Las grandes marcas cosméticas, y sobre todo las dermocosméticas, tienen líneas especiales de cuidado para las pieles sensibles.
Ni frio ni calor
Tanto el frío como el calor extremos pueden ocasionar estragos en una piel sensible: rojeces e incluso quemaduras. Los síntomas son piel levantada y áspera, ardor, enrojecimiento y, en algunos casos más graves, formación de escamas.
Si tiene piel sensible, debe usar tónicos sin alcohol, leches limpiadoras (no cremas de limpieza) y cremas muy hidratantes.
No es aconsejable exfoliarla. Tiene que aplicarse una crema protectora a diario y en invierno ésta tiene que ser más grasa para reforzar el manto protector.
Una recomendación: lleve siempre en su bolso una crema calmante de manzanilla (camomilla) o de alantoína.