La adolescencia es una etapa crucial de la vida. Quizás una de las más difíciles tanto para los chicos como para sus padres.
En esta etapa se produce una gran crisis que involucra toda la personalidad del adolescente. La vida, en su constante transformación, nos lleva y nos impone cambios que muchas veces no deseamos pero que debemos aceptar. El adolescente no elige serlo, simplemente debe aceptar el desafío.
Para la Organización Mundial de la Salud, la adolescencia es el período comprendido entre los 10 y 19 años y está comprendida dentro del período de la juventud entre los 10 y los 24 años.
La pubertad o adolescencia inicial es la primera fase, comienza normalmente a los 10 años en las niñas y a los 11 en los niños y llega hasta los 14-15 años. La adolescencia media y tardía se extiende, hasta los 19 años. A la adolescencia le sigue la juventud plena, desde los 20 hasta los 24 años..
Es a partir de ese momento que los chicos empiezan a sufrir una serie de cambios que comienzan por la activación del sistema hormonal; cambia el cuerpo, crecen de golpe y siempre distinto de lo que quisieran; la sexualidad cambia a partir del cambio del cuerpo y todos estos cambios desconciertan a los jóvenes los cuales no llegan a entender bien donde están parados, que quieren ni hacia donde van.
El pensamiento se desarrolla también hacia una mayor capacidad de abstracción a lo largo de este período. Después de varios años de relativa tranquilidad es como si los chicos y chicas entraran en un remolino donde todo se sacude y se da vuelta.
Toda su identidad, lo que creían ser, se ve cuestionada de repente. Por un tiempo los adolescentes caminan por la cuerda floja mientras se cuestionan y cuestionan todo a su alrededor tratando de construir una nueva identidad.
Como cualquier equilibrista sabe, sobre la cuerda floja predomina la inestabilidad. Inestabilidad del carácter, de los sentimientos, de las creencias, de las convicciones, de las conductas, del estado de ánimo. La rebeldía aparece como una actitud típica en esta etapa.
El adolescente cuestiona los valores que le fueron transmitidos durante su infancia, y que consolidaron su identidad, porque constituyen el punto de referencia desde el cual sondea el mundo en la búsqueda de aquello que deberá elegir él mismo como convicciones y modo de vida.
Es como el astronauta que sale de su nave espacial a flotar por el espacio. Para llegar a estar en órbita necesito viajar durante un tiempo protegido por las paredes de la nave, impulsado por sus motores. Flotando en el espacio, la nave parece insignificante en comparación con el universo, las estrellas y los planetas. Hasta debe verse fea y frágil. Pero sin esa pequeña nave y sin el cordón que la une a ella el astronauta no hubiera llegado con vida hasta aquí.
Así mismo es la relación del adolescente con sus padres. Lo mismo que critica y cuestiona, es lo que antes admiró y lo que aún necesita antes de conquistar su autonomía.
A esta edad el grupo de pares adquiere gran importancia como modelo de identificación y ámbito donde ejercer sus capacidades, en desmedro de la familia que había sido el grupo de referencia hasta ahora.
La misma idea que fascina al ser escuchada de un amigo al que se idealiza, es motivo de burla si quién la dice es el padre o la madre, en un momento de enojo con ellos. Es con sus pares que el adolescente comparte intereses y experiencias comunes.
Es importante tener en cuenta que aunque la conducta manifiesta del adolescente sea la de rechazo de la familia y de déjenme en paz, en realidad necesita a la familia allí, al alcance de la mano para compararse y diferenciarse, buscar activamente los elementos (creencias, valores, ideales, modos de resolver problemas, formas de expresión, etc.) que va a tomar para seguir adelante en la vida de forma autónoma.
Este proceso, del cual no se tiene plena conciencia, es crucial en la adolescencia. Es como si el adolescente estuviera en un probador eligiendo la ropa para salir a escena y tuviera delante de él varios roperos: uno tiene un cartel que dice Padres, otro dice grupo de pares, otro ídolos (figuras de la música, del deporte, la T.V, etc.).
Allí tomará y dejará prendas de cada uno de los roperos: tratará de combinar la corbata de papá con el pantalón de cuero de su artista favorito y las zapatillas que se compró su amigo del club, tratando de armar el vestuario más acorde a su modo de ser.
La adolescencia es ese probador que se asoma al escenario de la vida, y al mismo tiempo, forma parte del escenario mismo.