El carácter de la música y los efectos que produce
dependen de los diferentes elementos del sonido y de la relación que
se establece entre ellos:
1) Frecuencia o altura del sonido: actúa sobre el hombre
a nivel físico y de una manera racional.
2) Intensidad: depende de la amplitud de las vibraciones
y afecta su volumen y potencia.
3) Timbre o color tonal: elemento no rítmico, que produce
una impresión agradable, no intelectual, estimulando los mecanismos
de defensa.
4) Intervalos: basados en la distancia entre dos notas,
sus resultados son la melodía y la armonía.
5) Armonía: responsable de que la música mantenga un
significado desde el principio hasta el fin en el tiempo. Para captarla
se requiere de sensibilidad e inteligencia.
6) Ritmo: el elemento más dinámico y palpable de la
música. Combinado con la frecuencia y el timbre aporta un sentido
musical definitivo. Expresa una alternancia de relajación y tensión
mediante acentos, pausas, golpes fuertes y débiles. Puede originar
conductas de histerismo o inducir al sopor. Se relaciona con la voluntad
y el autodominio y puede ser vigorizante.
Los objetivos de la musicoterapia
se establecen por la relación que tienen esos elementos con el desarrollo
de cada individuo y sus necesidades: el ritmo se vincula con la acción
y, por lo tanto, con la vida fisiológica; la melodía con la emoción,
y la armonía con la vida mental y la abstracción simbólica.