Es habitual y normal y le ocurre a muchos chicos. Está aprendiendo un montón de cosas, entre ellas a distinguir sueño de vigilia, y eso ocasiona ciertas dificultades. De la misma forma que cuando los bebés comienzan a caminar tienen caídas y golpes, cuando empiezan a dormir fuera del útero tienen dificultades tanto en el inicio como en la continuidad del sueño. Pero si el pequeño está despejado y contento, no hay por qué preocuparse.
En los tres primeros meses de vida, coincidiendo con el desarrollo de los hemisferios cerebrales, el bebé irá distinguiendo el día y la noche. Y hasta el cuarto o sexo mes (depende de cada chiquito), su reloj biológico no estará programado para regular correctamente el ciclo vigilia-sueño. En él influyen la luz, la interacción con los adultos y la alimentación. Las cuatro-seis primeras semanas de vida nos sirven para conocer a nuestro bebé, adaptarnos a la nueva situación y organizarnos un poco. Hasta los tres o cuatro meses no llega el momento de enseñar, ya que es tiempo de aprender sobre todo.
¿Qué hacer para ayudarlos a esta edad?
Intentar seguir una rutina siempre que las circunstancias lo permitan (pero sin obsesionarse), especialmente en los paseos: los chiquitos que reciben más luz natural por la mañana (cuidado con el sol) duermen mejor.
Transportar en una mochila delantera al bebé cuando esté despierto, pero no llorando: esto mejorará su aprendizaje del ritmo vigilia-sueño.
Tratar de que las tomas de la noche sean muy tranquilas. Darle el pecho en penumbra, sin hablar, que se dé cuenta de que la noche es para dormir.
Hacer las tomas a demanda, pero no dejar que duerma siesta de más de cuatro horas. Despabilarlos suavemente con mimos, sonidos u ofreciéndoles alimento.