La endodoncia o tratamiento de conductos consiste en la eliminación del nervio del interior de la muela y el relleno de todo este espacio con algún tipo de material. Vulgarmente se conoce como “matar el nervio”. Pero es una mala expresión porque, de hecho, cuando tenemos que hacerlo, es porque está muerto o al menos medio muerto.
El nervio se inflama porque se infecta, y esta infección puede extenderse al hueso. Por eso el dentista tiene que luchar con una infección siempre que realiza una endodoncia. El interior de la muela debe quedar bien desinfectado y el foco apical perfectamente curado y cicatrizado.
Algunas endodoncias son muy complejas. Desde el punto de vista mecánico, lo importante es que haya eliminado toda la materia orgánica del interior de la muela.
Una endodoncia correcta puede verse en una radiografía. Los hilos de relleno que ocupan los canales radiculares deben llegar hasta la punta de la raíz. Y, por supuesto, todas las raíces deben estar tratadas. No olvidemos que los dientes tienen normalmente una raíz y las muelas tres.
Los instrumentos que usamos parecen agujas, pero en realidad son limas, de grosores progresivamente mayores. Hay que introducirlas por los canales radiculares, buscando la entrada en el suelo de la cámara pulpar.
Hacer bien una endodoncia requiere mucha habilidad y paciencia, y un buen conocimiento de las infecciones y de su tratamiento medicamentoso.
Es muy importante entender que sólo desvitalizaremos una muela cuando el nervio esté enfermo. En este caso la vamos a salvar. Pero queda debilitada, será más quebradiza que una muela viva.
Generalmente después tendremos que reforzarla cubriéndola con una funda.
Las muelas desvitalizadas se pueden caer igual que las otras, la única diferencia es que no van a doler.