Al
calentar ciertos metales, incluidos zinc, cobre, cadmio, manganeso o
antimonio, se producen humos, que contienen pequeñas partículas de
estas sustancias, lo que puede provocar fiebre alta, cefaleas, astenia,
naúseas, vómitos, artralgias, mialgias, temblores, confusión, letargia
y alteraciones pulmonares que, en casos graves, originan un síndrome de
distrés respiratorio del adulto.