Uno de los cambios que a menudo aparecen en los estados iniciales de
la enfermedad es que la persona parece diferente a quien es
habitualmente. La persona parece menos capaz, menos involucrada y menos
adaptable. Pierde interés en sus aficiones y pasatiempos; muestra
pérdida de concentración; es incapaz de adoptar decisiones y evita
cualquier tipo de responsabilidad. También se pueden notar
comportamientos extraños, como que se prepara para ir a trabajar años
después de que se haya retirado; o apreciar desorientación y extraños
cambios de humor, como irritabilidad y recelos, que se pueden deber a
que esa persona se da cuenta de que algo no va bien pero es incapaz de
establecer dónde radica el problema.
Todos estos cambios son
difíciles de determinar precozmente. Se suelen identificar más tarde,
echando la vista atrás, y tratando de recordar cuáles fueron las
primeras señales de la enfermedad.