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Si deseamos tener una opinión formada sobre un tema, deberemos acudir a distintas fuentes de información y contrastar por nosotros mismos las diferentes ideas sobre el tema para llegar a nuestra propia conclusión.

También se puede consultar a las personas que nos rodean para comparar sus ideas sobre esta información o, si todo esto nos resulta muy complejo, pedir ayuda para aquello que no podamos aclarar por nosotros mismos.

Toda la información tiene un fin, que es comunicar, pero la mayoría no lo hace desde un punto de vista objetivo, sino que está impregnada de una carga ideológica o comercial.

En la adolescencia se ha de tener bastante cuidado con la información que se recibe. Mucha de ella va dedicada a este sector con fines, únicamente, consumistas.

Utilizan la carga emocional, el deseo de evasión, el despertar a la sexualidad, la sugestionabilidad, la impulsividad frente a los deseos inmediatos, el gusto por la novedad… como vehículo a través del cual introducir sus ideas o sus productos.

Se busca el crear unas necesidades que no existen. El exceso de estímulos evita la concentración en una tarea porque todas las ideas o marcas compiten por venderse, porque la adolescencia es una época en la que se desean los continuos cambios, novedades, todos los productos que tan felices parecen hacer a los actores de los anuncios o películas.

Debemos desarrollar la capacidad de ser objetivos. Pensar qué es realmente lo que necesitamos y, cuando lo hallamos decidido, comprar el producto más adecuado a nuestras necesidades.

Al igual que vamos creciendo y vamos dejando de ser dependientes de nuestros padres para controlarnos y razonar por nosotros mismos, también debemos recurrir a nuestro propio razonamiento y control a la hora de recibir información.

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