Es fácil darse cuenta de que llevando este juego, lo más probable es que todo lo que hagamos, lo hagamos peor.
Si yo estoy desarrollando un problema de matemáticas en la pizarra y estoy pensando en cómo me estarán mirando mis compañeros y el profesor y, sobre todo, que estarán pensando de mi o llegarán a pensar si no lo hago correctamente, lo más lógico es que no pueda concentrarme.
Si el profesor me rectifica un paso, me lo explica y me anima a seguir, mi falta de concentración hará que me sea más difícil entender el paso que me ha explicado, incluso aunque lo haga varias veces.
Si soy demasiado tímido, puede que ni incluso le esté oyendo debido a los nervios. Esto me impedirá seguir con el problema. En este punto es cuando la gente sí puede pensar que no soy demasiado avispado/a.
Todo por preocuparme de lo que ellos pensasen en un momento en el que he de concentrarme en mí. Lo que yo quería evitar (que la gente me mirase y pensase que no soy muy listo/a), es precisamente lo que he conseguido debido a mi timidez.
La vergüenza, los nervios, la confusión mental y la torpeza en presencia de otras personas, son siempre los rasgos que mejor definen a una persona tímida.