Las discusiones entre padres e hijos, especialmente en la adolescencia, no sólo son comunes, sino indicadoras de que el hijo está evolucionando en su modo de interpretar la vida y a sí mismo.
En la adolescencia se siente una gran tensión entre la necesidad de alejamiento de los padres, por un lado, y su dependencia de ellos, por otro.
Mientras tanto su físico como sus ideas y sentimientos están cambiando, se ha de seguir manteniendo los antiguos lazos con la familia.
Se quiere ser uno mismo, diferenciarse, pero al mismo tiempo se nota la presión paterna del continuar siendo lo que se era antes, al menos en determinados aspectos.
También los padres se encuentran en una posición ambivalente entre dar la independencia a los hijos y el retenerlos para sí.
Muchas veces los mensajes son equívocos en ambas direcciones por esta contradicción de sentimientos y necesidades que se dan tanto en padres como en hijos.
Por eso suelen ser más las disputas entabladas con las madres, ya que han estado involucradas más íntimamente con los hijos y les es más doloroso abandonar la antigua relación, aceptar el que ya no son tan necesarias.
Otro factor es la gran emotividad que se desarrolla en el adolescente en esta etapa de cambios. Con todas las indecisiones que pesan sobre sus hombros, cualquier reproche, contrariedad, negación…, le abruma mucho más de lo que lo haría en otro tipo de circunstancias en las que estuviese más seguro de sí mismo y de la realidad que le rodea.