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Menos cambios
Aunque las parejas experimentan fases a lo largo de su vida en común, los estudios indican que las características de una relación al comienzo de su matrimonio (o convivencia en común) resultan el mejor indicador de las características que se van a mantener a lo largo de toda la cohabitación.

Si la conflictividad, la intensidad emocional, la actividad sexual son altas desde un principio, es muy probable que también lo sean en la vejez (y viceversa).

En el caso de que se produzcan cambios en los matrimonios de larga duración, estos suelen ser para mejor. Suelen sentirse más felices que en sus primeros años de matrimonio. Este tipo de sentimiento aflora, aproximadamente después de los diez primeros años de comenzar la convivencia.

Esto puede explicarse debido a ciertos factores: los hijos, que en realidad presentan una fuente de conflicto antes de llegar a su madurez, ya no están presentes. Además les une el hecho de haber compartido muchas experiencias y haberse enfrentado a numerosas dificultades de las que (si siguen unidos) han salido victoriosos, algo que aumenta su compatibilidad.

Mucho compartido
Otro factor determinante es el haber compartido el mismo contexto vital (lugar de residencia, hacer frente a las mismas circunstancias y haber educado a los mismos hijos, haber entrado en contacto con casi las mismas personas y valores ), lo que va a fomentar que su desarrollo sea muy parecido.

La similitud, a lo largo de los años, se va acrecentando, del mismo modo que la solidaridad. Es por ello que los matrimonios o parejas de larga duración se adapten increiblemente bien a la circunstancia de la enfermedad de un cónyuge, incluso la proximidad crece según va aumentando el periodo de cuidados (contrariamente a lo que ocurre, por ejemplo, en el caso de que sea una hija/o quien cuida de un progenitor).

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