· Aceptar a la persona tal y como es, sin juicios ni críticas, de una forma respetuosa y llamándola por su nombre (si no es muy cercana, tratarla de “usted”).
· Adaptar el medio a sus dificultades físicas y psíquicas. No hablar demasiado sobre los problemas corporales y el deterioro físico y psíquico. Estimularle a que se arregle (ropas, maquillaje, colonias, prótesis ) para que se sienta más atractiva y digna.
· No utilizar un lenguaje infantil para hablarle, si ya se encuentra incómodo por resultar dependiente, esto puede humillarle aún más. Es una persona adulta con unas características individuales únicas, no un bebé. Intentar que se sienta valiosa.
· No presuponer sus pensamientos. Estar dispuestos a escucharle, apoyarle y aclararle lo que precise, mostrando interés por sus preocupaciones Hay que incitarle a que tome sus propias decisiones y no solucionarle los problemas por regla general.
· Llevar una conversación lenta, libre de presiones. Respetar las pausas que muchos ancianos suelen hacer al hablar. Su lentitud al hacerlo no debe hacernos pensar que lo que está diciendo no tiene valor.
· Contestar a sus preguntas sencilla, breve y lentamente. Un exceso de información podría confundirle.
· No mantener conversaciones a su alrededor que le impliquen, pensando que no se da cuenta de lo que se habla.
· No hablarle en voz alta a menos que lo precise. Es más recomendable un tono sereno y un ambiente no recargado de estímulos. Mantener el contacto visual y táctil.
· Establecer una rutina en su cuidado para que tenga una seguridad respecto a las actividades que se van a desarrollar. Estimularle para que él mismo las haga hasta donde le sea posible y no dárselo todo hecho. Se debe colaborar, no sustituir.
· Plantear objetivos pequeños y a corto plazo. Darle tiempo para que complete sus actividades y reforzarle por ello.
· Tener en cuenta sus gustos y hábitos hasta donde sea posible.