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Cómo hacer que las despedidas no sean una tragedia

Los padres lo son todo para sus hijos. Para el niño el cariño y el contacto con sus padres es tan vital como el alimento. Por eso cuando los peques dejan de ver a sus padres se angustian, la misma rutina de bajar a buscar el pan puede llegar a ser un verdadero calvario.

Los niños pueden llegar a llorar con tal desesperación que crean una sensación de culpa en los padres, y no digamos si la despedida es para hacer una salida de ocio (ir a cenar, al cine, con los amigos…).

Conviene que el niño se convierta en un ser fuerte y seguro de sí mismo, para ello es necesario que los padres dejen de sentir remordimientos. También se ha de tener claro que no debemos ceder a su boicot.

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La primera medida es acostumbrar a que el niño se familiarice con otras personas aparte de sus padres. Este proceso debe hacerse gradualmente, los padres deben hablar y sonreír a los “nuevos amigos” delante del niño, a fin de que éste comprenda que los recién llegados son una seguridad para él. Los padres pueden dejar un momento solo al niño con la persona ajena e ir aumentando poco a poco el tiempo de ausencia.

También podemos ir incentivando la independencia de nuestro hijo con determinados juegos, pueden colocarse los juguetes lejos de su alcance para que avance hacia ellos. El juego del escondite también es otra actividad que fomenta la autonomía del niño.

A medida que el niño va creciendo va adquiriendo independencia en sus pasos y comienza a interpretar las costumbres de sus padres. Así, a cierta edad saben qué quiere decir que los padres tomen las llaves o se pongan el abrigo, y ahí comienza su chantaje, lloran y gritan para llamar la atención de sus papás. Es el momento de enseñarles que no por gritar o llorar van a conseguir que sus padres estén a sus órdenes.

Los niños deben aprender que las salidas de sus progenitores son necesarias y que eso no significa que éstos les hayan dejado de querer. Este aprendizaje puede ser muy lento, pero hay que mantener la determinación ha de ser firme.

En esta tarea puede ayudarnos que el niño tenga amigos de su edad, de esta forma verá otras caras que le serán más fáciles de aceptar. Podemos invitar a casa a algún amiguito.


La hora de acostarse

Conforme nuestro hijo va creciendo la llegada de la hora de dormir se le hará más difícil. Cualquier excusa es buena para el niño con tal de retrasar la hora de ir a la cama, ya que para nuestros hijos el sueño se convierte en el final del contacto con sus papás. Hay que ir acostumbrándolos a acostarse a su hora y en su cama –es mejor no ceder nunca a la propuesta de los niños de dormir en nuestra cama porque corremos el peligro de que eso se convierta en una costumbre para ellos y que pasen a ser niños sobreprotegidos-. Para ello, los hijos deben tener la seguridad de que sus padres están cerca y de que acudirán en su ayuda si se les necesita. En caso de que el niño se despierte a media noche, se le debe calmar sin sacarlo de la cama, tiene que aprender cuál es su sitio.

Ir al cole


Una buena manera de evitar que la llegada al colegio sea un trauma es preparar a nuestro hijo con antelación.
Tenemos que hablarle y presentar el colegio como un lugar de diversión, donde va a hacer nuevos amigos. Al principio debemos permitirle que se lleve su juguete preferido. Acudir al colegio debe ser un proceso gradual e ir aumentando el tiempo de estancia en la escuela poco a poco. Es conveniente que al principio el papá o la mamá permanezcan con el niño un ratito antes de marcharse.

Así pues, la angustia de la despedida puede superarse poco a poco, con un adiós cariñoso, pero evitando los entusiasmos y aspavientos para que el niño no piense que nos vamos para siempre.

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