Babalú Ayé simboliza los viajes largos, los países extranjeros, la filosofía, las leyes, la religión, los altos cargos en la iglesia, la profecía, el milagro, la mente abstracta, las aventuras, el comercio con el exterior, la navegación, la vida al aire libre, los ejercicios físicos, las carreras de caballo, la velocidad, las apuestas, los sabios, los estudios y la independencia.
Son alegres, joviales, optimistas, aventureros, estudiosos, independientes, aman la libertad, son hiperquinéticos, normativos, idealistas, comprensivos, justos, adaptables, vitales, entusiastas, intuitivos, proféticos, orgullosos y honestos. Son exagerados, extremistas, descuidados, irreflexibles, caprichosos, jugadores, charlatanes, argumentativos, imprudentes, de moral elástica, gustan del riesgo, glotones, coléricos, fanfarrones, egoístas, ególatras, envidiosos, prepotentes y petulantes.
Es un Oricha mayor y santo muy venerado. Deidad de la viruela, la lepra, las enfermedades venéreas y, en general, de las afecciones de la piel.
Se le considera hijo de Naná Burukú, pero algunos estiman que nació directamente de Obatalá. Su nombre quiere decir padre del mundo. A este santo le gusta trabajar con los muertos. Este Oricha no se asienta, sino que se recibe.
Su color es el morado obispo y su día es el viernes, aunque para otros es el miércoles. Su número es el 17, y habla en el 4, el 11 y el 13.
El receptáculo es una cazuela muy plana (muy similar a la freidera de Eleguá, pero más grande), tapada con otra a la inversa y sellada con cemento, o sin sellar, depende la regla.
La parte superior tiene un orificio o es una jícara o un güiro al que se insertan plumas de guineo que se sacrificó el día del lavatorio o del fifeto. También puede ser una güira alargada y cortada longitudinalmente.
Los atributos son:
El ajá, es decir, un manojo de varetas de palma de corojo o de coco que en su extremo inferior están atadas con una tela de saco. Se le añaden cauris y cuentas para adonarlos.
También telas de saco
Ex votos y cualquier implemento propio de los impedidos.
Igualmente perro, de cualquier tipo de material, que sean blancos y con manchas amarillas.
Sus herramientas son dos perritos de hierro. Siempre que se recibe a San Lázaro se le añade un Eleguá (con su respectivo Osún de perro). Si se entrega por camino arará asojin, este Eleguá llevará el nombre de Afrá. Dos muletas y una matraca.
Los collares son de cuentas negras, matipó de Oyá, matipó de San Lázaro (blanco con rayas azules), cuentas rojas. Se combinan según el camino del santo y en algunos casos le añaden cauris.
Viste con tela de saco o de cuadritos abigarrados y se adorna con muchos cauris.
Las comidas son minestras y granos. Pan quemado, mazorcas de maíz tostadas. Cocos verdes de agua. Ajo, cebolla, vino seco, corojo, pescado ahumado, jutía ahumada, cogote de res. Chivo con barba, gallo grifo y jabao, paloma y gallina de Guinea y codorniz.
Los mensajeros son los mosquitos, moscas y todo tipo de insectos que sean vectores de enfermedades. También el viento.
Se sube y aparece casi siempre como enfermo, torcido y con las manos engarrotadas. Cojea y se siente tan débil que se cae. Su hablar es fañoso y tiene la nariz llena de mucosidades. Sus movimientos recuerdan los de un enfermo febril. En ocasiones hace como si espantara las moscas y demás insectos que se posan sobre sus llagas. También agita el ajá en el aire, como en un rito de limpieza, barriendo todo lo malo. Generalmente, este baile afecta mucho a los posesos, quienes suelen querer lamer pústulas o afecciones cutáneas de los espectadores.
Las aflicciones contra los que protege son la lepra, viruela, sífilis, cólera, problemas gástricos, úlceras, gangrenas, embolias, parálisis, erisipelas, amputaciones y todo tipo de afecciones cutáneas.