Como consecuencia de su predisposición alérgica, los niños se hacen alérgicos a sustancias (alergenos) que hay en su entorno. Por ello, si un niño vive en un clima húmedo, es probable que se haga alérgico a los mohos.
Pero si se va a vivir a un clima más seco, es asimismo probable que, más pronto o más tarde se haga alérgico a alergenos más propios de estos climas (ej: pólenes).
Así pues, y puesto que la mayoría de los problemas son leves y se controlan bien con tratamiento, muy raramente un problema alérgico aconsejaría un cambio de domicilio de estas características.