Cuando se producen aglomeraciones conviene precisamente extremar la cortesía y respetar las normas de convivencia.
Procuremos que nuestros niños, que tanta gracia nos hacen, se mantengan alejados de quienes nos rodean, pues probablemente les harán menos gracia.
Cuando vayamos al agua procuremos no levantar tempestades de arena sobre la cara o el cuerpo del vecino.
Y controlemos, sobre todo, nuestras manifestaciones, desde voces y gritos, risas y llantos, hasta el transistor.
Mejor es que demos por sentado que a nuestros vecinos nos les gusta el mismo tipo de música que a nosotros o simplemente que no les gusta la música, que lo contrario, y les forcemos a compartir nuestro entusiasmo hasta que estalle la bronca.