– Cuando se organiza un viaje largo en común con unos amigos, suele acordarse previamente la participación de cada uno en los gastos del vehículo. El problema puede presentarse cuando una/o se apunta, o incluso se le invita, al coche de unos amigos para efectuar una excursión, y no se habla de compartir gastos. En estos casos, no cierres tu bolsillo, amparándote en la excusa de que ellos igual habrían de pagar si fueran solos porque esta misma reflexión, y con mayor motivo, podrían hacerla ellos referida a tí, que de no ser así habrías de pagar tu billete de tren, autobús o lo que fuera. Lo más elegante es que te hagas cargo de los peajes de las autopistas o que invites a una consumición cuando se haga un alto en el camino.
– El viajar está a la orden del día, mucha gente viaja, pero pocos son los que realmente saben viajar. Como principio orientativo general, repetíos continuamente que estáis en casa ajena, que sois unos invitados, y comportaos correctamente como tales. No esperéis encontrar en un país extraño las mismas costumbres, las mismas normas o los mismos gustos que en el vuestro. No os permitáis juzgarlos negativamente o reiros de ellos. Por otra parte, un viaje requiere una preparación previa; hacer un viaje a un país lejano sin haberse documentado antes, sin haber leído algunas de las cosas que sobre él se han escrito, ignorándolo todo sobre él sólo pondría de manifiesto vuestra incultura y escasa educación.
– Se tiene la sensación de que cuando alguna amiga/o se va de viaje le ha de costar muy poco traernos el encargo que le hemos hecho. Y esto no es así. Para quien está de viaje, tener que andar buscando algo que, a lo peor, no es fácil de encontrar, no resulta tan sencillo como cree quien hace el encargo. Por esto, hay que ser muy comedida a la hora de efectuar estos encargos, no insistir si encontramos una cierta resistencia, precisar al máximo qué es lo que deseamos y dónde se puede encontrar, si lo sabemos, y, sobre todo, adelantar el dinero para que la viajera, encima, no se vea obligada/o a financiar nuestro capricho.