A pesar de que los adolescentes han adquirido ya su plena madurez de los órganos que interviene en la digestión, absorción
y metabolismo de los alimentos, la adolescencia es una época de riesgo nutricional, debido a las especiales características
fisiológicas de este período de la vida.
Los principios que hay que tener presentes al establecer el régimen dietético de un adolescente son los siguientes:
El importante incremento de los tejidos libres de grasa (MLG), que casi se duplican durante el brote de crecimiento puberal,
conlleva una elevación de las necesidades energéticas, proteicas y de algunos micronutrientes, que superan a las de cualquier
otra época de la vida.
Este exagerado anabolismo hace al adolescente muy sensible a las restricciones calóricas y a las carencias en proteínas,
algunas vitaminas y oligoelementos.
La importancia relativa del aumento de los tejidos metabólicamente activos (MLG) obliga a incrementar el aporte proteico,
que debe representar aproximadamente del 12 al 15% de las calorías de la dieta y no debe ser inferior al 10%. Las cantidades
deberán ajustarse individualmente de acuerdo con la talla, el estado de nutrición, la velocidad de crecimiento, la calidad de
la proteína, el aporte energético y el equilibrio de los distintos nutrientes.
El resto de las calorías debe ser aportado por los hidratos de carbono (50-55%) y las grasas (30- 35%).
Otra característica fisiológica que influye decisivamente en los requerimientos nutritivos es el marcado dimorfismo sexual,
debido a la diferente cantidad y composición del tejido sintetizado. Los varones ganan peso con mayor rapidez y lo hacen a
expensas, sobre todo, del aumento de la masa muscular y del esqueleto, mientras que las chicas tienen tendencia a acumular
grasa. Esto obliga a individualizar el régimen, teniendo en cuenta no sólo la edad cronológica, sino el sexo, la talla y la
velocidad de crecimiento.
El comienzo del estirón puberal y el momento en que se alcanza el pico de la máxima velocidad de crecimiento sufre
amplias variaciones individuales. Es importante valorar cuidadosamente este hecho para evitar sobrecargas calóricas en los
casos de maduración lenta.
Además de las elevadas necesidades energéticas y proteicas, son altos los requerimientos en algunos minerales como hierro
y calcio. La forma más adecuada de cubrir estas necesidades es mediante una dieta variada que incluya al menos medio litro
de leche o derivados y en la que el 20- 25% de las calorías procedan de alimentos animales.
El zinc es indispensable para el crecimiento y la maduración sexual. Las dietas pobres en proteínas de origen animal
difícilmente cubren las necesidades diarias, estimadas en 15 mg diarios. Los adolescentes que hacen dietas vegetarianas
están expuestos a carencias en este oligoelemento, por lo que es aconsejable incorporar a la dieta alimentos ricos en zinc:
cacahuetes, granos enteros de cereales y quesos.
Los requerimientos vitamínicos son también elevados, sobre todo en algunas vitaminas del complejo B que guardan relación
con el aporte energético. La mejor forma de evitar déficit es consumir una dieta variada, que incluya varias raciones de cada
uno de los cuatro grupos principales de alimentos: carnes, leche y derivados, cereales y legumbres, frutas, verduras y hortalizas, en cuyo caso es innecesario aportar preparados vitamínicos sintéticos.