Ana Morán Garrido: Gané, estoy viva :: Hay otras que han pintado en las paredes: ¡Quien ama no mata, no humilla, ni maltrata!
Este artículo testimonial fue escrito y publicado en julio de 2007, unos días después de la agresión que sufrió Ana
No tenía derecho a hacerme esto, que pague. Es Ana, de 34 años, quien fue apuñalada por su ex conviviente, Marcelo Rojas Requena, el 18 de junio recién pasado. El agresor le enterró el cuchillo varias veces, lo deslizó desde estómago hacia abajo, le gritó que mirara la sangre, le volvió a enterrar el cuchillo en el vientre, la obligó a bajar una escalera mientras la golpeaba por la espalda, la sentó en una silla de playa y le dijo: Ahí te vai a desangrar. Luego puso música fuerte.
Ana es una hermosa mujer que parece más joven de lo que es, pero su vida, como la de muchas mujeres, es la antigua vida de este género maldito. Sinuosa, dolorosa, caminada por precipicios que a veces te tragan Ella espera haber sido expulsada del vacío y por fin comenzar a des-andar aquellos caminos patriarcales que la dejaron de una manera escasamente poética con las tripas afuera, rogando por su vida. Dos veces le rogué que no me matara porque yo quería vivir.
IMPUNIDAD DE GÉNERO
Tuvo un hijo sin padre a los 16, dejó el liceo, su pueblo y a su niño en manos de la familia y se vino a trabajar a la capital porque le ofrecían trabajo, pero sin niños. Extraña libre elección de las madres pobres: apego o comida.
En su casa eran muchos y ella había aumentado la cantidad de bocas. En Santiago no tenía a nadie, sólo a su hermana que también trabaja de empleada doméstica: mercado laboral escasamente diverso este que nos ofreció a las mujeres el Jaguar latinoamericano de los 80: de empleada o de puta. Y ninguna mujer nace para puta, como dicen las feministas lesbianas y anarquistas Mujeres Creando de Bolivia. Tampoco para empleada. Pero ahí estaba ella, a sus escasos 18 años, con un hijo lejano y trabajando para mandar monedas a su casa.
Su historia de violencia comienza en el 97. Conoce a Marcelo, baila con él, se enamora y pololea. Los fines de semana se quedaba en la casa de los padres de él. El rara vez trabajaba. Apostaba. Ella, en cambio, pasó de empleada a operaria de fábrica de condimentos, a aseadora de supermercado y a cualquier trabajo honrado. Con el tiempo se trajo a su hijo, y el agresor que ya la había mandado alguna vez al hospital por el schock nervioso que le provocó la violencia que vivía, rechazó a un niño que no fuera de su sangre. -Como cualquier fascista que se preocupa de la raza, la semilla, el apellido o el color-.
Ella eligió a su hijo y se fue con él al Sur. El hombre viajaba a buscarla, le pedía que volviera diciendo que nunca más Pero, ella ahora sabe, para que nunca más se cumpla son las víctimas con sus derechos humanos violados, quienes tienen/tenemos que hacernos cargo. -Basta con ver como defiende a Fujimori, la misma Institución que no alzó la voz contra la tortura en el $hile de Pinochet y la derecha-. Y para quien crea que esto es mezclar peras con manzanas, diremos que la Impunidad no sólo es impunidad para las izquierdas, lo es también para las mujeres.
FEMICIDIO ANUNCIADO
Tuvo dos hijas con él. Cada embarazo, se le vino el mundo abajo ¿Que podía haber hecho esto o lo otro?… No vamos a juzgar ni a comprarnos consejos. Las mujeres elegimos entre lo malo y lo menos malo. No hay libertad de abortar, a los femicidas frustrados les dan 8 años cuando mucho, la Ley VIF no menciona la violencia contra las mujeres, los abogados arrugan la frente cuando hablamos de femicidio en vez de parricidio, y las opciones de hacer autoconciencia y desarmar el patriarcado en nuestras cabezas son hechas a pulso, sin permiso y muy escasas.
Ana parió no más. La familia de él la ayudó a alimentar a sus hijas. El, escasamente, es más, últimamente, cuenta Any, le sacaba el dinero que ella ganaba. Este dechado de virtudes también la celaba con los patrones, los compañeros de trabajo y quien fuera mientras ella trabajaba en varios lados y terminaba sus estudios de enseñanza media.
La señora Toyita (Victoria Adriazola) estuvo con ella, porque hay mujeres que, si lo elegimos, podemos ser solidarias con otras. Incluso, aunque una le haga el aseo a la otra. La vida es más compleja, interesante y feliz que los dogmas clasistas. Ella me peinó el día de mi graduación. Y a ella comenzó a contarle su dolor. Ella la escuchó y se metió más de una vez a la casa de Any de improviso para ver si estaba bien, aunque el agresor tratara de cortarle el paso con manipulaciones.
Sentí que podía confiar en alguien y que no estaba tan equivocada al querer cambiar mi vida porque la señora Toyita estaba conmigo. De ahí me atreví a pararle el carro al Marcelo, ya no le aguantaba y le dije que si no trabajaba, yo me iba de la casa con las niñitas. Any no se fue, pero lo hechó a él de la casa. Un día él la siguió al trabajo y trató de ahorcarla, ella se arrancó, lo denunció nuevamente, le quitó las copias de las llaves que tenía
El 18 de junio, fue a buscarme al trabajo, yo le había echado los carabineros para que me devolviera las llaves, pero nunca hizo caso. Le pedí a un compañero de trabajo que me acompañara a la casa, tenía miedo. El nos encontró por el camino y me fue insultando. Saqué plata para pagar la cuenta del agua y le pedí a mi compañero que me dejara en el colectivo y él me contó que Marcelo le había dicho: pa que la cuidan tanto, si igual le queda poco.
EL DESPRESTIGIO MACHISTA
El día en que Any denunció al agresor por primera vez, a Victoria Adriazola, lo primero que le dijeron en la población cuando preguntó porqué andaban los carabineros en la casa de Any, fue que la Any había abandonado a sus hijas hacía una semana, que andaba con otro Any esa misma mañana había ido a trabajar con sus hijas a la casa de Victoria. El día del femicidio frustrado, Victoria le pidió a Any que no saliera sola a la calle, pero ella debía ir a buscar su ropa de trabajo porque en el día hacía aseo en casa particular y en la noche en un supermercado.
Cuando iba a entrar al pasaje, me alcanzó mi concuñada (esposa de un hermano de Marcelo) y me dijo que tuviera cuidado, que Marcelo andaba con una cuchilla y pensaba matarme. Any entró a su casa puso llave a la reja, subió al segundo piso y ahí estaba él. ¡Hasta aquí no más llegaste!, le dijo.
Luego del apuñalamiento el femicida frustrado subió a buscar un celular y Any tuvo la fuerza para alcanzar las llaves y salir al punto de desmayarse. El tipo la alcanzó y ella corrió. Alguien en el pasaje la socorrió. Cuando despertó se vio entre mangueras, bolsas de suero y le di gracias a Dios, gané, pensaba, a pesar de todo, yo gané, ¡estoy viva!.
En la población las versión machista oficial es que él la pilló con otro Población en la que algunos han hecho bingos para pagar la fianza del pobre femicida frustrado que habría defendido su honor
Por suerte no todos lo creen así. Hay otras que han rayado en las paredes: ¡Quien ama no mata, no humilla, ni maltrata! Eso, Any ya lo aprendió, ahora somos la comunidad feminista y otras comunidades autónomas y solidarias, quienes podemos apoyar para que Any siga ganando vida. Mientras el agresor esté preso, ella estará a salvo, Si Marcelo Rojas Requena sale libre, será un femicida suelto.
Victoria Aldunate Morales