Terapia peliculera
Existen dos opciones a la hora de afrontar una película en una sala de cine. El espectador puede digerir el film sin mayores requerimientos o, por el contrario, participar emocionalmente de la trama, hasta el punto de que termine asumiendo determinados comportamientos y actitudes que le son transmitidos.
Y es que, el efecto del cine en el público puede ir mucho más allá de la emoción que produce que se apaguen las luces, la brillante luz en la pantalla, el atronador sonido y el sabor a palomitas. Cada vez es más común entre los psicólogos recomendar a sus pacientes que pongan determinadas películas en sus vidas como terapia para acrecentar determinados comportamientos de autoestima y ayudar a superar fobias.
Así desde hace tiempo:
Que se tienen problemas a la hora de unificar una familia: Stepmom.
Que se encuentra agobiado por la pérdida de un ser querido: Ghost.
Que no consigue superar la espiral del alcohol y las drogas: Días de vino y rosas.
Que no sabe permanecer fiel a sus objetivos: La guerra de las galaxias.
Son solo algunos de los títulos que con más frecuencia sugieren los psicoanalistas para llegar con más facilidad a sus pacientes.
Un diván de cine
“En una película, el paciente ve lo que le pasa a otra persona que puede estar en la misma situación, y de ese modo el terapeuta podrá integrar las diferentes experiencias”, comenta John Hesley, autor del libro Alquila un par de películas y hablamos por la mañana, sobre esta terapia psicológica.
El prestigiosas psiquiatra Enrique Rojas corrobora las afirmaciones del escritor. “Una buena película actúa como un valium, porque es relajante, rebaja la tensión psicológica y hace olvidar los problemas. Es decir, distrae enseñando. Por otro lado, las películas actúan sobre el subconsciente, un océano que se esconde en el fondo de la personalidad y que dirige nuestra conducta sin que lo sepamos”, indica Rojas.
Conquista de las aulas
Mientras que en Estados Unidos y Gran Bretaña la cineterapia está ganando adeptos, el caso de España es bien distinto. El cine se está convirtiendo en la península en una ‘estrategia innovadora’ en la enseñanza de historia, literatura, pedagogía y psicología. Al parecer, los alumnos comprenden con más claridad los hechos y sus consecuencias a través de relatos cinematográficos.
“La información es el alimento de la mente. Pero para transformar una información fílmica en elemento formativo hace falta tener conciencia, con el fin de que esa transformación se produzca y el aprendizaje que hemos adquirido con ella se transfiera a otra situación”, señala Saturnino de la Torre, catedrático de Didáctica e Innovación de la Universidad de Barcelona. ”Si esto ocurre, el espectador se acercará al cine con una actitud crítica. Pero el cine, al igual que la publicidad, puede convertirse en un medio manipulativo si no lo enfrentamos críticamente”, apunta el docente.
Con sus detractores
No obstante, y a pesar del auge de que disfruta esta nueva disciplina, son muchos los detractores que se muestran recelosos del método. Estos profesionales, más cautos en sus conclusiones, argumentan que si bien es cierto que el cine puede ser un instrumento eficaz en manos de personal muy cualificado, su utilización como terapia resulta más que dudosa cuando tras ella se esconde una manipulación fundamentada en ideologías.
Un ejemplo. Una película narra la historia de un profesor que llega a un barrio marginal y lucha solo contra viento y marea. Esta película está contando una falacia, porque a través de ella sólo vemos lo que hace el profesor, pero no lo que verdaderamente falla: el sistema educativo.
En cualquier caso, cada vez más son los que recurren a esta innovadora técnica para encontrar una solución a los problemas que les atormentan. Incluso en casos de relaciones de pareja, películas como Singles (Solteros) son consideradas útiles para reflejar cómo una persona se puede dejar alienar por su cónyuge, mientras que El piano es un claro ejemplo para quienes deseen salir de una relación de dominación.