¡Feliz día del Libro! [23-04-2020]
Pequeños, de lomos flexibles y ágiles hojas. Otros erguidos, de rígidas patas y aire orgulloso. Algunos, nobles, de sedoso tacto y pieles aterciopeladas. Viejos, antiguos, desgastados, ajados por el paso del tiempo y por las múltiples manos. Huérfanos, recogidos algún día perdidos en su extravío, encontrados en el casual hallazgo. Prestados, que aún no han vuelto con su inicial dueño. Disciplinados, en su arrogante didáctica del recto y severo maestro. Pensadores, liberadores de mente que aguardan pacientemente a dar rienda suelta a sus desbordados conocimientos. Profesionales, técnicos de diversa índole que guardan los secretos de las profesiones. Narradores, contadores incansables de historias, de imaginación arrolladora, procuradores de evasiones necesarias. Trovadores, desbordantes de lírica, pasión y poesía, enardecedores de la belleza, prestos a abrirnos la mirada al mundo. Exploradores, colmados de aventuras por lejanos lares, acercadores de paisajes, descriptores de otros mundos. Enormes, de presencia regia, contenedores del mas amplio y universal conocimiento, gregarios agrupados enciclopédicamente…y otros, muchos otros, son los representantes del ecosistema de las estanterías de mi humilde biblioteca.
Los libros, recipientes del saber atomizado en letras, agrupado en palabras, reconstruido en trama. Sabios depositarios del conocimiento, necesarios, perdurables, inmortales a pesar de la tecnología, adaptándose al medio, como eficiente superviviente, aunque sea adoptando forma etérea y digitalizada.
Aunque el verdadero placer de un libro, al menos para mí, es abrirlo y sentir el tacto de sus hojas, el olor que libera al pasar, una a una, sus paginas encerradas, como el que se produce tras el deshoje de una rosa para perfumar el agua de un relajante baño de reyes.
Son los depositarios de la riqueza atesorada del mundo, los notarios recogedores de su legado y de su adecuada herencia. Recopiladores de la sabiduría de la humanidad, del conocimiento colectivo, de la diversión, de la imaginación de gente brillante, del humor, de la belleza, del ingenio, de la emoción, del pensamiento…de toda la vida, tanto que la vida sin libros estaría vacía.
La lectura, una vez que se inicia y uno cae presa de sus garras, produce un efecto sanamente adictivo. En mi caso comenzó esta adicción a muy temprana edad, en poco tiempo devoré los libros que había en casa, la pequeña colección de clásicos de la literatura donde me tope con la aventura y el drama por medio de Ivanhoe, La isla del tesoro, El conde de Montecristo…donde descubrí la épica de La Ilíada y La Odisea de Homero, donde comencé a hojear El Quijote ilustrado con sus sobrecogedores e ilustrativos dibujos a carboncillo, creo recordar. Donde se inició en mi la curiosidad por el mundo gastronómico y de la pastelería, con aquella edición de 1946 de “El Pastelero de Madrigal”, excelente libro en el que descubrí la magia del la creación y transformación de los ingredientes en suculentos bollos, pasteles, rosquillas, por medio de esa alquimia maravillosa de la repostería. Más tarde, devorado el poco saber que habitaba en casa, he de agradecer el esfuerzo que hizo mi madre, dejándome elegir un libro cada dos meses, de aquella revista de recuerdos tan entrañables, recientemente desaparecida víctima del progreso, El Circulo de Lectores, que alimentó durante los años de infancia y adolescencia mi avidez por la lectura, Ahí descubrí a Tolkien, a Hemingway, a Henry Miller, a Humberto Eco, a Dominique Lapierre, Vázquez Figueroa, a García Márquez…y a tantos otros. Luego han sido múltiples las lecturas y autores que han pasado a lo largo de los años, que no es posible su mención a riesgo de aburrir, tanto al que escribe como al que lee, este breve alegato a favor de los libros.
Es probable que de una forma ancestral hayamos necesitado contar historias para sobrevivir, y no sólo contarlas sino hacerlas perdurables, dejarlas como herencia. El ansia por saber, la curiosidad innata, el amor por descubrir, por desvelar los misterios, por conocer, puede que haga nuestro aquello que decía Descartes, él daría todo lo que sabía, a cambio de la mitad de lo que ignoraba. Nuestra capacidad de adquirir conocimiento no tiene fin, no tiene medida, ni siquiera los más grandes pensadores han sido capaces de medir cuanto conocimiento puede albergar la mente, al igual que los poetas no han podido calcular cuanto puede contener un corazón.
Así que es un buen momento para, por medio de la lectura, dejar de preocuparnos por envejecer y pensar en crecer. Para homenajear a los pobladores de nuestras bibliotecas y estanterías, para darles digno uso y reconocimiento. Hoy es su día, “su cumpleaños”, entonemos pues una oda a estos leales compañeros, entonemos una oda a los libros.
¡A leer, a leer!, ¡a escribir, a escribir!, ¡a recitar, a recitar!. ¡Feliz día del Libro!
Buen día a tod@s!!!
Os quiero Bandid@s!!!
“La literatura es un lujo; la ficción es una necesidad.” G.K. Chesterton
Os dejo hoy una canción de Bumbury,”Alicia (expulsada del País de las Maravillas)”, que se inspira en la obra más representativa de Lewis Carroll, buen acompañante para el inicio de este literario día. Disfrutadla.